El uso de máscaras en agentes de inmigración genera controversia en EE.UU.
En los últimos meses, se ha vuelto común observar a agentes de inmigración en Estados Unidos realizando detenciones con el rostro cubierto por gorras, lentes oscuros, pasamontañas o bufandas que impiden su identificación. Esta medida, impulsada por la administración Trump en el contexto de una intensificación en las redadas migratorias, ha generado un fuerte debate social y político.
Las autoridades defienden el uso de máscaras argumentando que los agentes enfrentan crecientes amenazas y hostigamiento tanto en la vía pública como en línea, y que ocultar sus identidades es una medida necesaria para proteger su integridad y la de sus familias. Sin embargo, legisladores demócratas y otros críticos sostienen que esta práctica fomenta el miedo entre la población y dificulta la rendición de cuentas sobre las acciones policiales.
En la cultura estadounidense, cubrirse el rostro suele asociarse con conductas ilícitas o violentas, lo que añade una carga simbólica negativa al uso de máscaras por parte de quienes deben garantizar el cumplimiento de la ley. Además, expertos en ética policial advierten que esta medida puede erosionar la confianza entre las comunidades y las fuerzas del orden, incrementando la polarización social y dificultando la transparencia institucional.
Recientemente, algunos cuerpos policiales locales han adoptado también esta práctica, lo que preocupa a especialistas sobre el impacto a largo plazo en las relaciones comunitarias. Las críticas apuntan a que el uso generalizado de máscaras por parte de agentes estatales podría profundizar el distanciamiento entre la ciudadanía y las instituciones encargadas de protegerla.