Los cafés con piernas en Santiago: una tradición masculina que persiste entre luces y sombras
En pleno corazón de Santiago, detrás de cortinas negras y luces de neón, sobreviven los cafés con piernas, un fenómeno exclusivamente chileno que mezcla la cotidianidad con un ritual masculino arraigado desde los años ochenta. Estos locales ofrecen a sus clientes mujeres vestidas con ropa mínima que sirven café y compañía en un ambiente cargado de erotismo y complicidad.
El Café Ikabarú, situado en el Pasaje Diagonal Matte, es uno de los pocos que aún operan. Allí, jóvenes mujeres —muchas extranjeras— atienden a hombres durante la hora del almuerzo o al final de la jornada laboral. Silvana, una trabajadora venezolana que estudia pedagogía, relata las complejidades del oficio: el contacto físico constante, la necesidad de mantener una apariencia atractiva y el uso de seudónimos para proteger su privacidad. Aunque algunas clientas ocasionales son bienvenidas, la mayoría de los asistentes son hombres que buscan más que solo café.
Este tipo de espacios tuvo su auge tras la dictadura en Chile, cuando la apertura social permitió nuevas expresiones de libertad sexual. Sin embargo, enfrentaron críticas y clausuras por parte de las autoridades debido a problemas asociados como la explotación sexual y el tráfico de personas. A pesar de ello, algunos locales continúan operando y forman parte del circuito turístico y cultural santiaguino.
La ruta erótica también incluye clubes nocturnos como el Club de Toby en Avenida Nueva Providencia, donde las mujeres realizan shows de striptease mientras meseros masculinos atienden a los clientes. Según expertos en antropología social, estos espacios reflejan dinámicas tradicionales del privilegio masculino y una teatralización del erotismo que satisface deseos e ilusiones más allá del contacto físico. Para muchos hombres habituales, estos cafés representan un refugio donde el dinero es el principal recurso para establecer relaciones efímeras con las trabajadoras.