Monumento a las cruces blancas en Sudáfrica genera una narrativa equívoca sobre los asesinatos en granjas
En una colina ubicada en las afueras de Mokopane, una serie de cruces blancas se alzan como símbolo de memoria para los agricultores blancos asesinados en ataques en las granjas sudafricanas. Sin embargo, este monumento, conocido como Witkruis, ha sido objeto de controversia por su limitada visión del problema y por su uso en discursos políticos y mediáticos que buscan promover una narrativa racializada.
El memorial, iniciado en 2004, solo reconoce a las víctimas blancas desde 1994, omitiendo a los agricultores y trabajadores agrícolas negros que también han sido víctimas de violencia. La existencia de esta conmemoración ha sido aprovechada por algunos sectores políticos y figuras internacionales para sostener que los ataques contra agricultores blancos constituyen un genocidio dirigido por el gobierno sudafricano, lo cual ha sido rechazado por las autoridades y expertos locales.
Las estadísticas oficiales indican que la mayoría de los delitos violentos en el país afectan principalmente a la población negra, que representa más del 80% de los habitantes. Los ataques en granjas, aunque impactantes, representan un porcentaje muy reducido del total de crímenes, y muchas veces ocurren en contextos de robos armados. Además, estudios realizados por instituciones nacionales han concluido que el motivo principal detrás de estas agresiones suele ser el robo o conflictos laborales.
Organizaciones como AfriForum registran cifras específicas sobre asesinatos relacionados con ataques en granjas, pero estas no abarcan todos los casos ni diferencian por raza en sus informes públicos. La percepción pública y mediática se ve influenciada por discursos políticos y declaraciones internacionales que tienden a simplificar o distorsionar la complejidad de la situación. La policía sudafricana ha comenzado a ofrecer datos desglosados por raza para esclarecer la realidad y reducir la propagación de información errónea.
Expertos coinciden en que el fenómeno de la violencia rural responde a factores criminales específicos y no a una política sistemática contra un grupo racial particular. La narrativa racializada solo refuerza prejuicios y dificulta el abordaje efectivo del problema social y criminal en el país.