China intensifica su presencia en el Ártico en medio de la competencia global por la región
Durante los meses de julio y agosto de 2024, tres rompehielos chinos, el Xuelong 2, Ji Di y Zhong Shan Da Xue Ji Di, navegaron por el mar Ártico, demostrando tanto capacidad operativa como un mensaje simbólico sobre la creciente implicación de China en la región. El deshielo provocado por el cambio climático está transformando el Ártico en un escenario estratégico global, donde se abren nuevas rutas comerciales y se descubren importantes recursos minerales.
En este contexto, China ha buscado consolidar su papel mediante la iniciativa conocida como la “Ruta Polar de la Seda”, parte de la más amplia Iniciativa de la Franja y la Ruta lanzada en 2013. Aunque no posee territorio ártico, Pekín obtuvo en 2013 estatus de observador en el Consejo Ártico y desde entonces ha desarrollado proyectos científicos, mineros y comerciales, además de fortalecer su capacidad naval con rompehielos y patrullas conjuntas con Rusia.
No obstante, un estudio reciente de Harvard señala que las inversiones chinas en el Ártico están sobrevaloradas y que muchos proyectos permanecen inactivos o cancelados. A pesar de ello, expertos destacan que China mantiene una estrategia a largo plazo para aumentar su influencia económica y militar en la región, buscando asegurar acceso a recursos como minerales de tierras raras y zonas pesqueras emergentes.
La relación entre China y Rusia en el Ártico se caracteriza por una cooperación pragmática pero también por desconfianzas mutuas. Rusia posee una tradición histórica y una presencia consolidada en el Polo Norte, mientras que China depende del acceso a rutas marítimas rusas para sus intereses. La creciente militarización del Ártico, junto con sospechas de espionaje, genera preocupación internacional, especialmente en Estados Unidos y países nórdicos, ante el riesgo de desestabilización en una región que hasta ahora había mantenido relativa calma.