El legado doloroso de la Guerra de Corea: prisioneros, secuestrados y familias divididas
La Guerra de Corea (1950-1953) dejó una profunda huella que permanece vigente en la península dividida. A lo largo de estas siete décadas y media, miles de surcoreanos han vivido como prisioneros en el Norte, mientras que otros fueron secuestrados o desertaron, y muchas familias quedaron separadas sin posibilidad de contacto debido a la rígida frontera que divide ambos países.
Lee Seon-wu, exsoldado surcoreano capturado por tropas chinas durante los combates finales en Gangwon, fue retenido en Corea del Norte donde trabajó como minero bajo estricta vigilancia estatal. Tras escapar en 2006, Lee enfrentó el distanciamiento familiar y la pérdida irreparable de sus seres queridos. A sus 94 años, lamenta no poder reunirse con sus hijas ni mantener vínculos con familiares del Norte.
Otra historia es la de Son Myong Hwa, hija de un prisionero surcoreano fallecido en Corea del Norte. Tras huir al Sur y traer los restos de su padre para enterrarlos en un cementerio nacional, enfrenta dificultades legales para obtener compensaciones que considera justas. Además, su familia en el Norte sufrió represalias por ayudarla, lo que ha fracturado sus relaciones familiares.
Choi Sung-Yong encabeza una agrupación que representa a familias de personas secuestradas por Corea del Norte, entre ellas su propio padre, desaparecido tras ser capturado en aguas disputadas. A pesar de las campañas para exigir información sobre su paradero mediante globos con panfletos cruzando la frontera, enfrenta restricciones legales impuestas por el gobierno surcoreano actual que busca reducir tensiones con el Norte.
Finalmente, Kang Min-do recuerda a sus medio hermanos perdidos durante los bombardeos cerca de Pyongyang en 1951. Su padre nunca superó esa pérdida y esperaba que algún día se pudiera reunir con ellos tras una eventual reunificación.
Estas historias reflejan el dolor humano detrás del prolongado conflicto y la división coreana, donde las heridas personales siguen abiertas ante un panorama diplomático estancado y sin avances concretos para sanar décadas de separación.