Captura de carbono: una herramienta clave y controvertida en la lucha contra el cambio climático
La captura y almacenamiento de carbono (CAC) se presenta como una alternativa para disminuir las emisiones de dióxido de carbono, principal responsable del calentamiento global. Esta técnica consiste en separar el CO2 generado en plantas industriales y centrales eléctricas antes de que sea liberado a la atmósfera, comprimirlo y almacenarlo en formaciones geológicas profundas para evitar su impacto climático.
Sin embargo, la tecnología enfrenta críticas desde distintos sectores. Algunos conservadores cuestionan su costo y necesidad, mientras que ambientalistas denuncian que no cumple con las expectativas de captura y que puede perpetuar el uso de combustibles fósiles como el petróleo, gas y carbón. Además, existen preocupaciones sobre posibles fugas del gas almacenado y la emisión de metano durante el proceso, un gas con un potencial de calentamiento mucho mayor al CO2.
Actualmente, la mayoría de las instalaciones logran capturar alrededor del 60% del dióxido de carbono emitido, cifra que dista de las metas más optimistas. Además, gran parte del carbono capturado se utiliza para mejorar la extracción de petróleo en campos maduros, lo que limita su almacenamiento permanente. A pesar de estas limitaciones, expertos coinciden en que la CAC es una herramienta complementaria necesaria para reducir emisiones especialmente en sectores difíciles de descarbonizar, como la industria del cemento y el acero.
En Estados Unidos, los incentivos fiscales son fundamentales para impulsar proyectos de captura de carbono. Sin embargo, recientes recortes en estos beneficios podrían afectar la viabilidad económica de nuevas plantas. La discusión sobre el papel que debe jugar esta tecnología en la transición energética continúa abierta, equilibrando sus beneficios potenciales con los desafíos técnicos, ambientales y económicos que presenta.