Estados del Golfo impulsan inversiones en Siria en medio de un nuevo panorama geopolítico
Tras la caída del régimen de Bashar al-Assad en diciembre pasado, los países del Golfo han comenzado a posicionarse para invertir en Siria, buscando ampliar su influencia en Medio Oriente. Esta nueva etapa se ve favorecida por la reciente flexibilización de sanciones impuestas por Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, que ha alentado la colaboración regional para la reconstrucción del país, afectado por más de una década de conflicto.
La reconstrucción de Siria se estima entre 250.000 y 400.000 millones de dólares, mientras que su economía se ha reducido drásticamente desde 2011. Con más del 90% de la población viviendo bajo el umbral de la pobreza y casi 17 millones requiriendo ayuda humanitaria, los esfuerzos se centran en atraer inversiones para sectores clave como el energético y portuario. Destacan iniciativas como el memorando de entendimiento por 800 millones de dólares firmado con DP World para desarrollar el puerto estratégico de Tartus.
El nuevo liderazgo sirio, encabezado por Ahmed al-Sharaa, excombatiente rebelde convertido en presidente, busca integrar al país en los mercados internacionales y regionales mediante políticas que promueven la inversión extranjera directa y la colaboración con la diáspora empresarial. Sin embargo, persisten desafíos estructurales profundos derivados del impacto prolongado del conflicto, las sanciones y políticas económicas previas que han incrementado la pobreza y desigualdad.
En paralelo, los países del Golfo mantienen cautela frente a Irán, antiguo protector del régimen sirio, cuya influencia se ha visto reducida. Al mismo tiempo, se registran avances en las relaciones regionales con Israel, facilitadas por Emiratos Árabes Unidos, aunque las tensiones históricas y territoriales siguen siendo un obstáculo significativo para una normalización completa.