Chile impulsa el amoníaco verde como motor para la exportación energética sostenible
Chile se encuentra en una posición privilegiada para convertirse en un actor relevante dentro de la transición energética global, destacando no solo por su potencial en hidrógeno verde sino también en la producción de amoníaco verde, un compuesto que facilita el almacenamiento y transporte eficiente del hidrógeno.
Así lo explicó Mauricio Isaacs, doctor en química y director del Instituto Milenio MIGA, durante su participación en el programa Hub Sustentabilidad de Radio Duna. Isaacs detalló que el amoníaco convencional se produce mediante el proceso Haber-Bosch, que combina nitrógeno e hidrógeno bajo altas temperaturas y presiones, consumiendo una significativa cantidad de energía a nivel mundial. Sin embargo, este método tradicional utiliza hidrógeno derivado de combustibles fósiles, lo que implica una alta huella de carbono.
La innovación radica en reemplazar este hidrógeno por hidrógeno verde, generado a partir de electrólisis del agua con fuentes renovables. De esta forma, se produce amoníaco verde con una huella ambiental considerablemente menor. Este combustible tiene aplicaciones diversas, desde fertilizantes hasta uso en celdas de combustible para vehículos pesados y maquinaria industrial, ofreciendo una alternativa viable para reducir las emisiones de carbono en sectores complejos.
Actualmente, Chile cuenta con 16 proyectos en desarrollo enfocados en hidrógeno verde y amoníaco, distribuidos entre Magallanes y Mejillones. Empresas internacionales como TotalEnergies ya están invirtiendo en megaproyectos que combinan estas tecnologías. Isaacs destacó que gracias a los abundantes recursos renovables del país, el costo energético para producir hidrógeno y amoníaco podría ser competitivo a nivel mundial, posicionando a Chile como un potencial exportador líder.
No obstante, el desarrollo de esta industria enfrenta desafíos sociales y ambientales. La percepción pública sobre el amoníaco puede ser negativa debido a su olor característico, lo que hace necesario un diálogo transparente con las comunidades locales. Además, se requiere capacitación técnica especializada para preparar la mano de obra necesaria para operar estos nuevos proyectos.
Isaacs estimó que la puesta en marcha masiva de plantas productoras podría concretarse en aproximadamente cinco años, siempre que se logre un equilibrio entre capacidades técnicas, regulatorias y sociales. Si esto ocurre, Chile podría abastecer con amoníaco verde a mercados globales, consolidándose como un actor estratégico en la matriz energética sostenible.