Desafíos y críticas en torno a FEMA tras las inundaciones mortales en Texas
Las recientes inundaciones en Texas, que provocaron al menos 129 muertes y más de 170 desaparecidos, pusieron en evidencia las dificultades que enfrenta la Agencia Federal para Manejo de Emergencias (FEMA) en su labor de coordinación ante desastres. La entidad, creada en 1979 para apoyar a los estados cuando estos no pueden responder por sí solos, fue objeto de críticas por la demora en el despliegue de equipos especializados y por no responder a una gran cantidad de llamadas de asistencia durante la emergencia.
En medio de este escenario, la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, reafirmó su postura de eliminar la FEMA en su forma actual, promoviendo un modelo que transfiera mayor responsabilidad a los gobiernos estatales. Esta visión contrasta con el papel fundamental que la agencia ha desempeñado en Texas, donde la ausencia inicial de recursos federales generó cuestionamientos sobre la eficacia y capacidad operativa del organismo.
El presidente Donald Trump, quien había manifestado previamente su intención de desmantelar la agencia, moderó su discurso tras visitar las zonas afectadas. Aunque mantiene el interés en reformar FEMA para hacerla más eficiente y descentralizada, ha reconocido públicamente el trabajo del personal desplegado en terreno. Sin embargo, la dirección interina de FEMA ha recibido críticas por su baja visibilidad pública durante la crisis, lo que ha generado preocupación entre expertos y exfuncionarios sobre el liderazgo y la gestión del organismo.
Las inundaciones también expusieron deficiencias previas como la negativa reiterada a financiar sistemas locales de alerta temprana que podrían haber mitigado el impacto. En este contexto, el debate sobre el futuro de FEMA continúa abierto entre funcionarios federales y estatales, con un foco en equilibrar la descentralización con una respuesta federal rápida y efectiva ante emergencias.