PUNTOUNO

En Alemania, una creencia popular sostiene que el rey Federico II de Prusia, conocido como Federico el Grande, fue quien introdujo y popularizó la papa en el país. Según la leyenda, el monarca del siglo XVIII habría utilizado una estrategia para incentivar su consumo: colocó guardias en sus campos de cultivo para hacer creer que la papa era un producto exclusivo de la realeza, lo que motivó a los campesinos a robarlas y así adoptarlas en su dieta.

Sin embargo, investigaciones históricas realizadas por expertos como Jürgen Luh, historiador de la Fundación de Palacios y Jardines Prusianos, revelan que esta historia es falsa. Documentos antiguos muestran que Federico el Grande nunca consumió papa y que su interés culinario se centraba más en la gastronomía italiana y el vino francés. La papa ya se cultivaba en regiones alemanas desde mediados del siglo XVII y no fue hasta después de las guerras napoleónicas que su consumo se generalizó en Prusia.

A pesar de la falsedad del mito, la figura de Federico como “el rey de la papa” persiste y forma parte del folclore nacional. En su residencia de verano en el Palacio de Sanssouci, en Potsdam, los visitantes continúan dejando papas crudas y coronas de papel sobre su tumba como muestra de respeto y tradición. Además, las tiendas del palacio venden souvenirs relacionados con la papa, demostrando cómo esta historia contribuye al turismo y a la identidad cultural alemana.

Más allá del mito, la papa es un alimento fundamental en la dieta alemana y está profundamente integrada en sus costumbres culinarias. Desde ensaladas con diferentes aderezos hasta platos tradicionales como los Klöße o Kartoffelpuffer, este tubérculo es un símbolo gastronómico que une generaciones. La importancia cultural y económica de la papa se refleja también en grandes producciones agrícolas cerca de Berlín y en iniciativas para promover su consumo y uso diverso, incluso como ingrediente para productos cosméticos o limpieza doméstica.