La violencia en Siria amenaza con redefinir alianzas internas y regionales
En Siria, la reciente escalada de violencia que involucró a las fuerzas gubernamentales, tribus beduinas, la minoría religiosa drusa y la intervención militar de Israel ha expuesto la persistente inestabilidad del país siete meses después del derrocamiento de Bashar al-Assad.
Los drusos y otras minorías desconfían cada vez más del gobierno central liderado por Ahmad al-Sharaa, un ex rebelde islamista que prometió proteger la diversidad étnica y religiosa tras el fin de un conflicto civil de casi 14 años. Sin embargo, los enfrentamientos en la provincia sureña de Sweida entre milicias drusas y tribus suníes beduinas, junto con la intervención gubernamental para retomar el control, han dejado cientos de muertos y acusaciones de ejecuciones y saqueos.
Israel intervino en apoyo de los drusos, considerados aliados estratégicos dentro de su territorio, atacando objetivos militares sirios en Damasco y Sweida. Este conflicto ha complicado los esfuerzos diplomáticos impulsados por Estados Unidos para normalizar las relaciones entre Siria e Israel tras la caída de Assad. Aunque se logró una tregua temporal en Sweida y un acuerdo de cese al fuego entre Israel y Siria, las tensiones sectarias internas siguen siendo un desafío para la estabilidad del país.
Además, la desconfianza hacia el nuevo gobierno afecta también a los kurdos en el noreste, quienes mantienen una autonomía de facto y han mostrado reticencias a integrarse plenamente con las fuerzas nacionales. La situación podría empujar a estos grupos minoritarios a buscar apoyos externos, lo que a su vez genera preocupación en Turquía por la influencia kurda cerca de sus fronteras. En este contexto, expertos señalan que Siria podría acercarse más a Turquía mientras se distancie de Israel, modificando así el equilibrio regional.