Solicitudes de indulto buscan captar la atención directa de Donald Trump
En Ashland, Kentucky, Chad Scott, un exagente de la DEA condenado por corrupción, envió una solicitud de clemencia al presidente Donald Trump destacando similitudes personales con él, como haber sobrevivido a una herida de bala y haber sido acusado por falsificación de documentos. Scott apeló a la percepción común de ambos como víctimas de “persecución política”, un término que busca conectar con la narrativa recurrente de Trump sobre supuestas cacerías de brujas.
Este tipo de solicitudes no es aislado. Expertos legales y funcionarios indican que desde la asunción de Trump en enero, ha habido un notable incremento en las peticiones de indulto y conmutación. Con más de 1.600 personas beneficiadas hasta ahora, incluyendo aliados políticos y figuras controvertidas, el proceso tradicionalmente supervisado por el Departamento de Justicia ha cedido terreno a decisiones más personalizadas y políticamente influenciadas.
La figura del abogado Ed Martin Jr., nombrado por Trump como encargado de los indultos pese a su historial polémico y vinculación con teorías infundadas sobre fraude electoral, ejemplifica esta tendencia. Las clemencias otorgadas han favorecido principalmente a simpatizantes del expresidente y personas que alegan haber sido víctimas de un sistema judicial politizado.
Esta nueva dinámica ha generado esperanza entre reclusos que antes veían el indulto como una posibilidad remota. Casos como el de Scott o los hermanos Sotelo —liberados tras intervención directa— reflejan cómo la administración Trump ha alterado los criterios tradicionales para conceder clemencias, priorizando aspectos como la lealtad política o la percepción pública del presidente sobre elementos judiciales convencionales.